El infinito potencial de la naturaleza humana nos brinda el privilegio de, practicamente y dedicándole los esfuerzos adecuados, poder ser o hacer cualquier cosa, o imitar, e incluso superar, cualquier modelo que nos planteemos seriamente. Los únicos límites a esa infinitud de posibilidades son los que nos marcamos con nuestros propios pensamientos y actitudes, pues, aunque nos parezca difícil de creer, querer es poder en muchísimas más ocasiones de las que nos podríamos imaginar; y los que impone el propio sistema, a veces con normas, tradiciones o imposiciones tan absurdas, decrépitas y reaccionarias como ocupar cargos por designación divina y de modo hereditario.
Habitualmente los principales intereses de las sociedades son los destinados a perpetuar sus estructuras esenciales de funcionamiento, es decir a mantener los privilegios de los ricos y poderosos a pesar de todas las modificaciones que se puedan introducir como consecuencia de la presión social.
Para lograrlo utiliza toda las estrategias a su alcance, y entre ellas potenciar las pretendidas bondades, ejemplaridades y oportunidades del propio sistema. Uno de los modos de crear un halo de perfección sobre su funcionamiento, y hasta de convertirlo en justo, necesario, único e inevitable es fabricar modelos ideales y casi idílicos de sus posibilidades, que son ensalzadas y exaltadas por todos los medios, desde los voceros y medios de difusión hasta las instituciones y mecanismos de prestigio creados al efecto. De ese modo, a nivel individual, se nos presentan figuras y triunfadores que certifican el éxito de los métodos que nos rigen; mientras que a nivel colectivo los paradigmas del paraíso suelen ser países de referencia.
Analizar entre los modelos individuales sería interminable, pues hay tantos como facetas se quieren fortalecer, pero digamos que generalmente están relacionados con triunfos deportivos, económicos y científicos, pero jamás con materias relacionadas con la reflexión crítica, que es la que realmente permite mejorar. En cuanto a los modelos colectivos, los voceros oficiales de este país normalmente alaban la supremacía de tres, y proclaman sus paradisiacos logros y ejemplaridad a imitar. Sobre los vínculos nazis de las todopoderosas multinacionales alemanas nos podemos extender otro momento, así como del pasado corsario y esclavista de la Graciosa Corona británica.
Ahora incidiremos en la más venerada y poderosa potencia del sistema, los Estados Unidos de America, pero no analizaremos su perpetuo bipartidismo que somete a los lobbies toda acción política trascendente, ni tan siquiera haremos referencia a los abusos, injerencias y explotaciones del imperio yanky en resto del mundo, tan sólo nos limitaremos a reflejar una de las más letales, obsesivas y enfermizas creencias de una sociedad manipulada y sometida al miedo hasta la extenuación con la misma intensidad que nos quieren imponer a nosotros, la de pensar que la posesión de armas garantiza las libertades y la seguridad personal.
Aunque no hay cifras oficiales, porque la hipocresía dominante en el mal considerado país de las libertades oculta tras los velos de la opacidad las realidades que no le interesan, se calcula que en los Estados Unidos hay más de 300 millones de armas en manos privadas, más de una por habitante, si bien sólo la mitad de ellos las poseen, aunque un 70 por ciento de ellos admite haber disparado alguna vez; y es que en USA hay más tiendas de armas que gasolineras y es tan habitual relajarse los fines de semana jugando en sus típicas boleras como practicando tiro. Las crecientes cifras de ventas superaron en 2013 los 16 millones, más de 40.000 al día, incluyendo sábados, domingos y festivos. Semejantes datos y tan amplia presencia de armas se traduce en más de 30.000 muertes al año como consecuencia de disparos.
Uno de los principales artífices del floreciente negocio de la muerte es la conocida como Asociación Nacional del Rifle (RNA) que conforma un lucrativo lobby con la cultura e las armas y se opone a cualquier tipo de restricción en su comercialización.
La última iniciativa de estos peculiares defensores de las libertades y del negocio de la muerte para ganarse a los más jóvenes no tiene desperdicio:
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